lunes, 20 de junio de 2011

Rupturas y desprendimientos antárticos

Numerosos informes científicos apuntan a que la Antártida está viviendo actualmente cambios traumáticos. Hace pocos años se anunció el desprendimiento de la cornisa “Larsen A”, un iceberg de 10.000 años de antigüedad. En aquel momento, las autoridades restaron importancia al suceso. Dijeron que la cornisa “Larsen B”, que databa de la Era Glacial –y estaba detrás de la “A”–, nunca se derretiría. Sin embargo, el año pasado “Larsen B” también se desprendió en apenas 35 días, frente a los seis meses que el proceso iba a durar de acuerdo a las primeras informaciones. Era tal su tamaño que el océano se elevó 2,54 cms. a consecuencia de ello.
El problema, cuando se escriben estas líneas, se llama “Ross’s Shelf”, otra cornisa que está a punto de desprenderse y cuya magnitud haría subir el nivel de las aguas entre 4,80 y 6,10 metros. ¿Consecuencias? Tremendas: podrían inundarse países como Holanda…
A mediados del pasado mes de enero, la agencia Reuters informaba de que diferentes instituciones científicas esperaban la colisión del iceberg B-15A, de 160 kilómetros de longitud –y que contiene suficiente agua como para abastecer al mundo durante meses–, con un glaciar de la Antártida llamado “Lengua Glaciar Drygalski”. El científico australiano Neal Young está convencido de ello: “Parece altamente probable, teniendo en cuenta cómo se ha movido en los últimos cuatro años”. La Fundación Nacional de Ciencia de los Estados Unidos predijo ese impacto para las navidades pasadas, mientras que la NASA lo situó para el 15 de enero. Ambas instituciones se equivocaron. Sin embargo, Young, del Centro de Investigación Cooperativo del Ecosistema y del Clima Antártico, ya anticipó que las corrientes y las tormentas podrían hacer variar su trayectoria. En lo que sí coinciden es en que la colisión conllevaría consecuencias importantes. Unos piensan que, de romperse, sería más fácil trasladarlo, llevándolo a lugar seguro gracias a potentes remolcadores. Otros, más economicistas, sostienen que el hecho podría abrir –o, en todo caso, cerrar– una nueva vía para el transporte marítimo.

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